Yendo de la cocina al living

La cuestión estaba en empezar, me lo decía una y otra vez mientras sabía, en el fondo, que pensando sentada en la mesa de la cocina no iba a llegar a ningun lado.
Así que me decidí, y me moví hasta el living.
No voy a llegar a ningún lado tampoco, pero al menos vi de lejos la computadora y, valientemente, despues de pensarlo por varios meses (o fueron años?)... decidí acercarme hasta el teclado, una vez más, y escribir.
Claro que aquí hay otro inconveniente... y es que no puedo escribir nada más que la crónica de cómo, entre lamentos, lágrimas y sufrimiento llegué de la cocina hasta el comedor. Claro que antes de juzgarme no habria que perder de vista qué pasa en la cocina, y obvio... qué pasa en el comedor.
Cocina: lugar con heladera, donde se lavan los platos, se preparan desayunos para todos mientras ellos duermen unos diez preciados minutos más, lugar donde se toman mates y se piensa. Un espanto.
Comedor: o living en mi caso, lugar donde está la tele más grande de la casa, donde se recibe a la gente que viene (cuando viene), lugar donde está la computadora y antaño, internet.
Así que como acabo de demostrar fehacientemente, no es cosa menor pasar mentalmente de la cocina al living.... aunque suene al idolo y yendo de la cama al living me haya sacado el titulo, esta es la introducción de lo que les voy a contar, si me escuchan, en los próximos días.

Ella ya lo dijo

Para quienes estamos en esta lucha de adelgazar o reconocernos gorditas y felices, les comento por si no saben, que Carolina Aguirre escribió en la revista Orsai un artículo que no tiene desperdicio. Aquí el link: http://orsai.es/blog/n1/caro_aguirre/
Ella es una genia de las letras, a mi juicio. Porque expresa, lisa y llanamente, lo que uno quisiera decir. Lo que yo quisiera decir.
Claro que la revista toda cuenta con un nivel impresionante tanto de autores como dibujantes y equipo de diseñadores.
Así que, en esta entrada, lejos de hablar de dietas o torturas alimenticias, les paso unos minutos de paz, unos cuantos párrafos de buenas letras, y la certeza de ser contemporáneos de gente que hace.
Y que hace bien. Mis felicitaciones a ellos.

El eterno camino a no se dónde

Quiero estar flaca, pero desde que tengo memoria que estoy a dieta para lograrlo.
Quiero trabajar de lo que me gusta, pero hace 20 años que trato y trato que me vaya bien en esa profesión, y sigo en camino.
Todo el tiempo estoy preparándome para lo que vendrá, lo que quiero conseguir, lo que quiero ser.
Resulta que se me va a pasar la vida en el proceso. Tedioso, amargo, insalubre proceso de intentar lo que uno desea.
¿Y entonces el logro para cuándo?
Lo más fácil sería cambiar de “objeto de deseo” y empezar a convencerme que lo que en realidad quiero es intentarlo… así el éxito estaría garantizado. Pero no. No creo que pueda. Soy difícil de convencer, o miento mal, no sé. El tema es que no me puedo engañar a mí misma muy bien que digamos.
La otra opción es peor, o sea dejar de intentar… no va tampoco.
¿Entonces? (silencio mental)
Lea el próximo capítulo, en donde (como en las de Migré) nada se soluciona pero todo se sufre…
No, en serio… no tengo respuestas. Adivino que la idea es dejar de joder. Con uno mismo, o sea… ir a los bifes. Dejar de hablar (o escribir que es lo mismo) y hacer lo que hay que hacer.
(silencio de nuevo)
Ahí el problema es otro… si no me victimizo, ¿cómo hago para bancarme el cambio que se me viene? ¿Estaré lista para ser flaca, hermosa, exitosa, deseable?
Me da asco leerme, esa no soy yo. Creo que ni flaca voy a ser la que deseo ser. Esa que vive en papeles y trasnoches de música y café. A la que todo le sale bien de entrada, la que está siempre bien peinada, la que quería ser hada y lo logró, la que quería ser libre y le crecieron alas.
Desde este cubil en el que mi computadora es la única ventana, el reloj me baja de un piedrazo, y paro de escribir para hacer la lista del supermercado. Lista que incluye edulcorante, frutas y lo que sea Light para, como ya les conté, seguir en proceso de ser flaca. Como si eso fuera todo, como si con eso la vida se me fuera a solucionar. Debe ser por eso que no adelgazo, para no darme cuenta que no es así. Y que después de ser flaca, voy a seguir siendo la misma persona que antes, con algún otro problema por el que condenarme.

Los kilos emocionales

Ayer leí un artículo en una revista que confirmaba algo que vengo pensando hace años- los kilos demás son mentales.
Obvio, la grasa está en el cuerpo y es real... pero su origen y su destino dependen exclusivamente de que encaremos bien el tema. Porqué engordé, de qué me sirve ser gorda, a qué le tengo miedo... ese es el camino para lograr la felicidad.
Bueno, habría  que preguntarse también si ser flaca es sinónimo de ser feliz, porque sonó exagerado... pero no creo. Cuando algo se vuelve el cesto de basura o el cajón de los recuerdos, cuando es donde vos depositás todo, no es exagerado considerarlo el centro de tu felicidad.
Así que cuando leí sobre los kilos emocionales, esos que si los bajamos a la fuerza vuelven una y otra vez; de cierta manera me sentí reconfortada. No soy una loca por pensar así, o al menos no soy la única loca.
Claro que con esa novedad la cosa de escribir un diario sobre como voy adelgazando se complica. Definitivamente esto es un streaptease psicológico al que no estoy segura de querer meterme.
Bueno, creo que ya me metí, no?
De hecho, aquí estoy. Comiendo maní salado con café. De noche, mientras todos duermen. Libreta y birome. Y la dieta?
Ese artículo dice que no hay que hacer dieta, ni ejercicios. Simplemente hay que buscarse una vida, pensar en otra cosa, entretenerse con lo que nos haga feliz. Ese artículo me va a meter en problemas... y no lo digo por el maní.
Se enfrió el café y mientras el microondas hace su trabajo me releo unos momentos, creo que desde que empecé este blog super convencida de la dieta no hice nada. No adelgacé, y posiblemente haya engordado algo más... será que pienso todo el día en este tema? Debo atraer kilos solitarios, como a los perros que me siguen por la calle, los despojados, los que no tienen a nadie y creen que yo podría ayudarlos. No sé si buscan auxilio o mimos, de todos modos nada consiguen de mí, solo me torturan. Los perros. Y los kilos también.

Día 1

De nuevo. Porque ayer ni sabía lo que iba a decir. Hoy mas o menos... no es que tenga una idea concreta sino que me sacude la sensación de que estoy postergando demasiado. Esto de confesar públicamente no sé si es buena idea. Porqué uno creerá que la confesión lo ayuda? Por la exposición? Debe tener más que ver con ese sentido profundo religioso que todos en mayor o menor medida tenemos, incluso los agnósticos, y que traemos desde la infancia.
La culpa, la expiación... cosa seria eso de conseguir redención sólo confesándose.  Es como si el arrepentimiento estuviera en el mercado, no sé si cuenta mucho eso a la hora de creerlo uno mismo... de todos modos, aca estoy, confesando por si esto ayuda, quemando todas mis posibilidades para que esto funcione.

Otro comienzo

Si me preguntara a mi misma como hice para adelgazar, me diría que solamente me di permiso para ser yo misma.
Suena simple? No lo es. Sobre todo porque todavía estoy re gorda y esa frase hermosa es parte de la fantasía que rodea mi vida. Parte de lo que construyo y destruyo todos los días para disimular que vivo.
Claro que pensándolo bien, es una idiotez ocultarse de una misma, nada facil por cierto. Quizás si todo el esfuerzo que pongo en esconderme lo usara de manera positiva, tendría algún resultado.
La cuestión es que hoy decido, una vez más, empezar una dieta. Pero con testigos. No con un médico, no tengo buenas experiencias, no con una amiga, eventualmente se aburren de tanta pasividad, no con un familiar, y es que perdí credibilidad. Cada vez que digo que hoy empiezo, ya veo como me miran, con cara de... ah, qué bueno... espero que te dure más de un día...
También están los comentarios de la gente que cree que dijo algo inteligente y que te ayudó, como eso de... y si, sos linda... lastima que estés tan gordita...
Puede que yo sepa demasiado sobre esto y justamente por eso, me vaya tan mal. Puede que todo lo que sé no sirva de nada y por eso, me vaya tan mal. Lo mas probable es, sin lugar a dudas, que una cosa es hablar al pedo, como ahora, y otra muy distinta es tomar el toro por las astas y hacer algo. Hablar, hacer, nada que ver. El tema es que engañarse a uno mismo no es simple, implica mucho esfuerzo, bastante destreza para ocultarse a una misma y sobre todo, ganas.
Ganas de joderse la vida.
Así que ahí voy una vez más, a empezar la dieta, pero con ustedes de testigos. Quien quiera leerme, va a ser lamentable porque va a ser lento, doloroso y aburrido.
Sé que antes que quilos del cuerpo me tengo que sacar boludeces de la cabeza, y eso es lo difícil.
Por ahora me voy a dormir, mañana intentaré salir a caminar.
Saludos.